Al principio creí que eras un ángel caído, un sueño, una experiencia religiosa. Creí ver la perfección personificada, la proporción, los detalles. Pasó el tiempo y descubrí que tenías grietas, tantas, o más que yo. Veía filtrarse el agua por entre tus recovecos, como si tu cuerpo fuese un esqueleto resquebrajándose. Veía los errores. Y cuando me miraba en el espejo veía, veía mis heridas. Las puñaladas. Aquellas que tú me dabas sin cesar, una tras otra... y que yo me encargaba de subsanar rápidamente, para dejarte hueco para que siguieses clavando más cuchillos. Tu luz me cegaba, quería ansiosamente unirme a tu vuelo, quedarme contigo para siempre. Quería hacer cosas estúpidas de enamorados. Quería la vida eterna, para compartirla contigo. Quería y quería, y ansiaba, y soñaba y volvía a soñar. Nunca me detuve a pensar en lo que decían los demás, nunca escuchaba cuando decían "eres muy joven" , "te está haciendo daño" , "no podéis seguir así". Los ignoraba. Pensaba que ellos no entendían mi concepto del amor, pensaba que no eran capaces de comprender la magnitud de mis sentimientos, que eran unos imbéciles y que me importaba una mierda si me entendían o no. Pero qué lejos estaba de la realidad ... a demasiados años luz. Lo nuestro nunca fue sano, siempre estuvo maldito. MALDITO. Siempre fue demasiado fuerte, demasiado arriesgado, demasiado en definitiva. No era puro... y aunque no me arrepiento de nada, hoy puedo decir, que me alegro de que se haya acabado.
1 comentario:
Y a empezar de cero.
:)
Publicar un comentario