jueves, 15 de noviembre de 2012

Recuerda que la nieve solo es agua.

Se acerca el invierno.
Puedo congelarte con el frío de mis manos o derretir tu hielo con mi voz. No sé si alcanzarás a ver mis pensamientos más profundos con toda esta ropa. Quizás debas imaginarme sin ella para poder encontrarme.

No hace frío. Este es el estado natural del mundo, la actitud de las personas fuertes, y mi consuelo. Mi hogar. Solo el hielo me hace sentirme bien en el dolor. Solo con él puedo soportarlo. Al fin y al cabo, él es mi escudo y mi espada al mismo tiempo. Es un secreto, cuéntaselo solo a tus sábanas, para que ellas sean las únicas capaces de desarmarme. Prometo no escaparme, no huiré en retirada ni te responderá mi lado feroz. No allí,  cuando esté en cueros, libre de todo atuendo, sin tratar de impresionar -y sobre todo, de impresionarme-, libre de la presión que sobre mí provoca la rutina, del hastío de mis letras, llena de tus ganas, de cada ínfima porción de tu ser, física o química. No hablemos del frío, callémoslo. Recorre mi geografia más íntima, busca mis ideas escondidas tras mi pálido rostro. Y volviendo al principio, regresará la primavera. 

Nuestra primavera. 
Llévame a la playa, basta de batallas. No puedo seguir viviendo en Siberia. Un día de estos no voy a encontrar el camino para regresar. Me olvidaré del fuego y sus incendios, del mar, las flores de colores, las montañas. Y en mis ojos solo habrán grandes llanuras heladas mientras yo me hundo en su tierra, capa a capa, lentamente. 
Lucha contra mi Diciembre eterno antes de que me arrastre para siempre. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

Drogodependencia.


No sé por qué. Quizá haya sido la discusión de esta noche, o la de ayer. O quizá las ganas de verte que me atraviesan hora tras hora. Quién sabe, quizá sean mis propias dudas de mí misma (y mis fantasmas, como diría un grande). Pero ahora me iría a dormir, escribiéndote "te quieros" en la espalda, admirándola, suspirando mientras pienso que no sería capaz de dejarte ir nunca y eso, en realidad, es un problema. Y me levantaría a las 7, antes de que amaneciera, y te prepararía un café y unas tostadas, y algunas porciones de mi amor. Te daría los buenos días más dulces de tu vida, te sonreiría y después te pediría que te quedaras conmigo todo el día en la cama explorando mis mitades, mis versos, mis entrañas. Y verías, entonces, todo el miedo.
-No te asustes, todo es amor -te diría, arriesgándome a que no me creyeras.
Si te dejo y luego tú me dejas, sería un desastre redundante. Pero sinceramente, creo que ya te he dejado. Más bien, te dejé entrar en mí el primer día que te vi, clavado allí, tan lejos de mí y volviéndome loca. Como si te conociera. ¿Y ahora? ¿Te conozco ahora tras tantas noches de cenas y almohadas? Nunca sé dónde está tu límite y me molesta. Quiero conocer tus coordenadas más profundas, tener un mapa de tu interior y sentir lo que tu sientes. A veces, incluso, desearía que todo tu dolor fuese mío, y sólo mío. Que jamás hubieses llorado a nadie y todas tus lágrimas las hubiese derramado sólo yo. Qué egoísta. Por quererte más que a nada, ya lo ves. Tanto que no sé cómo actuar, todo me confunde. Cuando me hieres quiero desaparecer y quedarme al mismo tiempo. Hace tiempo que no soporto que me duelan, y sin embargo, te comería los labios sin pensármelo dos veces...  No puedo evitarlo, me encanta el exceso de ti, sea cual sea. Soy toda tuya.