domingo, 12 de enero de 2014

مكتوب



Qué rápido se esfuman los sueños, 
si son los nuestros.
Un día empiezo a soñar
y al siguiente ya lo estoy viviendo.
Otro día más y ya se aleja
corriendo calle abajo.
Qué bonito sería vivir para siempre 
perdiéndonos en la judería,
teniendo tan cerca el arte milenario del pasado,
quedándonos anclados en los días
 que no pudimos vivir,
reescribiendo las páginas de un libro
 que a alguien se le olvidó escribir.
Qué bonito sería pasear por el puente romano cada noche,
perderle el miedo a las alturas 
-también a las de tus ojos-,
tirarnos al río sin pensarlo demasiado,
caminar de la Mezquita al Alcázar
 con los ojos cerrados,
quemar el invierno desde una simple habitación.
Qué bonito sería que pudiésemos vivir solo de ciudades,
alimentarnos solo de palabras, comer solo la piel del otro,
hablar únicamente de anocheceres irreales,
 cambiar la rutina en una vuelta de campana,
llegando a alcanzar lo que fuimos incapaces de sentir,
el viento que no llegó a tocarnos,
el agua que no nos caló los huesos,
las guerras que no combatimos,
la vida más allá de la nuestra.

Porque siempre, siempre nos quedará el Sur, cuando perdamos el Norte.

Foto: Sadrainbow.