lunes, 26 de diciembre de 2011

Indecisión.

Hasta aquí hemos llegado, hasta este punto exacto y yo, no sé dónde estoy. Rabia, temor. Eso siento si pienso demasiado. Por ello prefiero dormir antes que pensar, pero incluso durmiendo mi mente teje historias que luego olvido por completo pero me dejan un amargo sabor en la boca. Sabor agrío, cargado de preguntas. Vicio, malestar, costumbre. Quién sabe. Sólo sé que me arden las venas al pensar que puedes desaparecer, al pensar que si te quedas todo se quemaría otra vez. ¿Solución? No la hay. ¿Respuesta? Tampoco. Y sin embargo, si sigo pensando descubro que no te quiero a ti, quiero otra cosa. Más dopamina, aire, experimentar, cambiar. Un montón de besos fortuitos que no signifiquen nada pero que digan mucho. Un montón de verdades escondidas detrás de unos ojos profundos, alcanzables. Un montón de él. Si pudiera, si eso fuera posible, iría a hundirme en el torrente de sus palabras, que afloran sin cesar ordenadas, una tras otras y a penas sin espacio de tiempo para dejarme imaginar otra cosa que no sea él mismo mientras mi cuerpo sin orden ni concierto muestra espasmos que soy incapaz de controlar, tales como medias sonrisas o el movimiento agitado de mis dedos sobre la mesa. Y volvemos al punto inicial. Caminos, sentimientos contradictorios, miedo, cariño, desesperanza. En días como hoy me encantaría arrancarme el cerebro de la cabeza para que dejara de dar vueltas a cada maldita posibilidad, a cada sencilla razón por la que quiero y no quiero. 


"De tan grande es demencial, no detecto una señal, nunca encontraré el lugar donde al fin me entienda. [...] No volveré a hacerlo más, no he encontrado respuestas. ¿Y si no regreso jamás y este ruido no cesa? Mundos que van a estallar si mi vida está opuesta. Y yo ya no puedo hacer más, este más siempre resta."
(Love of Lesbian - Universos Infinitos)


jueves, 8 de diciembre de 2011

Dopamina.

De repente me encuentro calculando distancias entre tu cuerpo y el mío. 
Tus manos, cercanas, rozaron las mías por unos segundos. Podrías haber notado la sangre correr si te hubieses detenido presionando un poco más. Sólo un poco de cercanía, quizá, hubiese sido perfecto. Todavía puedo notar tu mirada clavada en mi clavícula, tus ojos deseando tocar con las pestañas los huesos que sobresalen. Puede que también te dieses cuenta de las ganas que tenía de poner mi dedo en tus labios y hacerte callar. Soy un poco salvaje, mi mente hilvanaba unos pensamientos con otros mucho menos decentes al compás de todas tus palabras. Y sin embargo, no dejé de prestarte atención. Te sentía en cada letra que escupías, me dejabas ver todo tu ser. Sincero, simple, lleno. Ideas y más ideas. Y ahora, pensándolo bien, ideas... de ésas tengo muchas. Trato de pensar sobre las cosas realmente importantes, sobre todas esas cosas que me enseñaste, pero ya no puedo. Me bloqueas, me deshaces, me desnudas con esa sonrisa medio apagada. Ya ves, la he vuelto a liar. Mi intuición femenina me dice que hay algo detrás de ti, algo que insinúas pero no dices. Algo que, quizá, signifique lo mismo que yo trato de decirte con cada una de mis miradas. Tengo curiosidad, podría equivocarme... y de día suelo pensar que lo estoy, pero cuando llega la noche imagino lo ideal que sería que fuera cierto. Lo perfecto que sería juntar mis labios con los tuyos y dejar que el tiempo pasara, se escapara, volando hacia otro lugar. Sin dolor, sin pensar, sin más. Porque no nos engañemos, pasar tiempo contigo es colocarme de dopamina. Hasta arriba. Pero, siendo sincera, me importaría muy poco morir intoxicada, llegar a la ataraxia o al Nirvana. Así que, atrévete, elévame, susúrrame al oído y todo estará hecho. No necesito más, puede ser tan fácil como intenso y si me dejas,  yo puedo subir tu frecuencia cardíaca a doscientos por minuto.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Fall seven times, stand up eight.

Nos empeñamos en conocer a quien no quiere conocernos, nos obcecamos en conseguir lo que no podemos tener, nos obsesionamos con metas inalcanzables, esperamos que los demás hagan lo que nos gustaría que hicieran. Absurdos humanos. Al final siempre acabas cayendo en la cuenta de que no vale la pena, de que lo único que vale eres tú mismo porque los demás, todos, antes o después, siempre te fallan. Incluso tú mismo te fallas, pero por lo menos sabes que no puedes dejarte solo, que siempre vas a estar ahí para secar tus propias lágrimas y que cuando los demás te ignoren, cuando te humillen, cuando te infravaloren, tú estarás ahí para recordar que tienes que levantarte. No esperes nada y si puedes, amate más a ti mismo que a los que te rodean. Prepárate para los golpes, porque vendrán de todos los lados posibles. Construye tu escudo con cada gota de sangre que derrames, con cada porción de ti que quede destruida y si caes, piensa que lo mejor de caer es alzarse.

Yo, no me arrepiento de haber tenido sangre en las venas. No me arrepiento de que mi sangre ardiera por ti, De lo que me arrepiento es de no haber apagado el fuego a tiempo, antes del incendio, antes de quedarme reducida a cenizas otra vez. Pero no, este no es mi final. Aunque os empeñéis en torcerme el camino, en llenarlo de piedras. Yo seguiré caminando. Adelante, siempre adelante.