lunes, 25 de octubre de 2010

Aire.


-Lo que quiero es mirarte de cerca, maldita sea. Tocarte y sentirte sin más. Sin pensar. Que si luego te vas o te quedas es luego, y no ahora. Y que te quiero, desde siempre y para siempre, después de todo y después de nada. Aire. Necesito respirar tu aire. Quizás humo, porque quemas, quemas al tocarme, pero no importa, no importa nada. Todo dejó de importar cuando me miraste. Sé perfectamente que hay consecuencias, más no importan mientras te quedes esta noche, mañana, pasado y siempre y cuando tú también lo sientas. Y ¿sabes qué? Creo que si me hiciese una radiografía lo único que verían sería un corazón enorme, con miles de mariposas volando alrededor; puede que ningún órgano me funcione, pero ¿él?... Él sigue y sigue latiendo, bombeándote en cada latido, haciéndote más grande. Haciendo que crezcas en mi interior como una flor que se riega a diario, como un proceso lento pero productivo... Alguna vez he intentado arrancarte de raíz pero eso significaría que mi corazón dejase de latir, y casi que prefiero que lata, aunque un día me muera de una taquicardia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Time goes by...

-Verás, querida... yo sabía que se iría. Sabía que una mañana me levantaría y se habría marchado, que no dejaría nada, ni si quiera su olor, ni su corazón, ni sus sueños, aquí conmigo. Me dejaría sola, vacía, rota y desamparada, sin saber qué hacer ni a dónde ir. Sabía que podía volver, de repente, una noche, sin palabras. Que no daría explicaciones, que sólo querría remojarme su recuerdo y exprimirme un poco más el alma. Sabía que volvería a irse, dejándome tirada otra vez, como un trapo sucio, como si fuese una de esas cámaras de usar y tirar. Hacen buenas fotos y cuando las necesitas te alegras de llevar una encima, pero una vez usadas ya molestan, y hay que tirarlas.
-¿Entonces, por qué no lo evitaste? ¿O por qué cuando volvió no le rechazaste?
-Porque también sabía que llegaría el día en que se pararía a pensar, en que su cabeza se detendría de repente y echara de menos. Sabía que echaría de menos mi poesía, mis arranques, mis ganas de hacer cosas planificadas de antemano y de dar sorpresas que se me acaben de ocurrir, mis palabras dulces en el oído y mis frías manos acoplándose a mi cálida voz. Sabía que lo echaría tanto de menos y tan de repente, que regresaría, esta vez con la intención de quedarse, con la intención de pedir perdón e intentar resucitar ese amor. Lo que él no sabía, y de lo que yo tampoco estaba segura, es de que ese día podía ser ya, demasiado tarde.