domingo, 13 de junio de 2010

Simple.

Y me gusta pensar que mis manos van a seguir atadas a las tuyas hasta que las cuatro esten tan arrugadas que nos duela mantenerlas cogidas.

sábado, 12 de junio de 2010

Claire.

Claire caminaba por el asfalto con sus converse desgastadas. Desgastadas y grises. Miraba al cielo cada dos segundos, esperando ver una gota fría caer sobre su cara. Tan fría como el hielo. Sí, eso quería. Necesitaba que el entorno se adaptase al ritmo de su corazón hecho trizas. Por aquel entonces, en la Villa todavía nevaba, y Claire guardaba una pequeña esperanza. Quería que nevase como nunca, y quedarse atrapada en su casa. Sin duda, su tendencia suicida había salido a flote tras su nuevo desengaño. Todavía con 17 años, ya sabía qué quería. Ya se había marcado unas metas. Sin embargo, cada vez que intentaba algo, fracasaba. Su vida parecía complicarse por minutos, y nunca sabía salir de las malas situaciones. Le gustaba castigarse por sus errores, aunque no se provocaba dolor, no más del que llevaba por dentro. Se obligaba a no dormir por las noches si se equivocaba en algo, a ayunar por las mañanas y a correr durante 3 horas alrededor de su casa. Sus padres gritaban que estaba loca. Rompía papeles, collares e incluso ropa cuando sentía que no podía más. En una ocasión llegó a quemar su osito de peluche. Pensó en todo lo que había ocurrido durante los últimos años: la muerte de Alissa, sus malas notas, su poco éxito con los amigos, la muerte de su abuelo, su desastrosa imagen que parecía cada día más castigada...
-Disculpa, ¿te he hecho daño? -preguntó una voz que parecía estar muy, muy lejos.
Claire levantó la cara y aclaró su visión medio empañada y descentrada. Vió a un chico. Bueno, vió al chico.
-¿Hola? -repitió esa voz.
-Eh... yo, eh... ¿qué ha pasado?
-Te he arrollado con la bici. Estás en el suelo. ¿Te encuentras bien?
Claire quería gritarle que no, que por supuesto que no estaba bien. ¿Cómo iba a estarlo? Si toda su vida era un desastre.
-Venga, te ayudo a levantarte.
-Gracias -balbuceó ella cuando ya estaba en pie, aunque se sentía exactamente igual que en el suelo.
-Oye, perdona pero, ¿te pasa algo?
Claire calló. Optó por ello. Al fin y al cabo, era un desconocido. No es que si hubiese sido conocido hubiese ayudado, claro está. Ella nunca contaba nada a nadie. Nunca confiaba en nadie.
-Nunca he visto unos ojos tan tristes... No podré olvidarte si sigues mirando así.
Claire sonrió. Hacía tanto tiempo... tanto tiempo que no lo hacía, que casi le pareció que su sonrisa estaba llena de telarañas y polvo y que, seguramente, el chico se habría dado cuenta y saldría corriendo de allí. Pero lo que el chico vio fue diferente.
-¡Vaya! Si sigues sonriendo así, me enamoraré de ti para toda la vida.
En aquel momento, un viejo sentimiento de seguridad se apoderó de la chica. Nunca supo de donde había salido, pero no iba a arrepentirse. Lo había encontrado muy dentro, enterrado y aquel, justo aquel era el momento de sacarlo. Confió. Eso es. Por una vez, confió en alguien. Y ese alguien era ella misma. Se acercó a él en una milésima de segundo y le plantó el beso más dulce que jamás hubiese soñado.
-Me llamo Kai, ¿quieres casarte conmigo? -dijo el chico cuando ella se apartó.