jueves, 21 de febrero de 2013

Time for living.

Vivía en un loft neoyorquino carísimo que, a pesar de su precio no tenía vistas al mar. Pero tenía un enorme vestidor en el que coleccionaba vestidos con cortes princesa y escotes de corazón. Un poco de cuento de hadas y un poco de romanticismo en su solitaria vida. A ésta la veía pasar ante sus ojos, cada minuto de cada día. Pasaba los días trabajando sin parar, sin pararse a soñar, ni a mirar, ni a mirarse. Solo trabajo y ambición. Sin embargo, el mundo latía, pero ella parecía estar en un semáforo en rojo desde aquella noche de tormenta.

-Si no tuvieras las manos tan frías y la lengua tan caliente te iría mejor -dijo él levantándose de la cama.
-Puede, pero en ese caso no sentirías escalofríos mientras mis manos acarician tus caderas y mi lengua... ya sabes. Mira a ver si eso lo hace cualquiera.
-¿Lo ves? Crees que con sexo podemos arreglarlo todo y no. Por mucho que me vuelvan loco tus miradas, tu sensualidad, tus faldas demasiado cortas, tus zapatos demasiado altos, tu pelo, siempre suelto, siempre desordenado... no es suficiente, Keira. Me encantas pero no es suficiente.
-¿Y me lo dices mientras te pones los pantalones?
Lo cierto es que no, ella no creía que el sexo lo arreglara todo. Simplemente sabía que cuando su voz la acariciaba a menos de un centímetro se sentía mejor; simplemente le costaba asumirlo. Pero no podía decírselo porque entonces el tendría carta blanca para romperla en pedazos y ya estaba cansada de recoger los estropicios que el amor dejaba a su paso.
-Será mejor que esto se acabe... -dijo mirándola a los ojos para que supiera que era la última vez que pronunciaba esa frase.
Ella no contestó. Para qué, por qué. Él parecía esperar una respuesta, quizá dos simples palabras, pero solo hubo silencio así que cogió su chaqueta y se largó, dispuesto a calarse hasta los pies de fría lluvia.

...

-¿Eres Keira? -dijeron al otro lado de la linea de su teléfono fijo.
-Sí, soy yo. ¿Quién llama?
-La hermana de Uriel. Se marchó hace unos días de casa y acabo de descubrir que se ha ido a Nepal gracias a ti. Pero, aunque me pese, debo decirte que ha dejado una carta aquí para ti.

"No habrá un 'querida' que comience esta breve nota de despedida. De todas formas, no te hubiese importado. Bueno, en realidad, no lo sé. Me voy porque no puedo luchar contra un corazón sin sangre, apagado siempre para todos. Quise darte todo lo que tenía adentro, pero no me dejaste. Solo conseguí asustarte, y no sé por qué. Así que ahora ambos nos hemos quedado sin esa pasión que nos atravesaba al tiempo que nos rompía y reconstruía. Espero que algún día encuentres a quien te arranque la coraza, yo solo fui capaz de arrancarte la ropa. No te sientas culpable, me voy a Nepal porque es el único sitio en el mundo donde alguien me necesita."
Y como una explosión aquellas palabras resonaron con brutalidad en su interior. Imaginaba cómo se las decía y en qué tono y sentía cómo se le perdían los pensamientos entre recuerdos enmarañados, sin sentido. Habían sido varios meses de "relación" y ahora él estaba... no, simplemente, no estaba. Si él le hubiese dicho todo eso mirándola a los ojos quizá hubiese visto cómo se resquebrajaba su máscara en vivo y en directo. Ahora, solo el espejo la veía. Ahí estaba: "Esta eres tú. Frágil, insegura, débil. Como todo el mundo." Lágrimas corrían por sus ojos mientras los miraba fijamente, veía cómo se tornaban más claros, mojados. Suspiraba. Decidió acostarse. Escenas de prados y cafés rebotaban en su cabeza de repente, arco iris y sal. Sudor, luces, susurros, miedo. MIEDO. "¿Am I going crazy?"; "No, you're just in love". Entonces recordó esa conversación que tuvo un día con su madre y jamás olvidó:
-Si todos creen que eres perfecta nadie mirará demasiado. No se atreverán, de modo que será fácil ocultar tus grietas. Tú cuídate de llevar siempre a mano un pintalabios y unos vaqueros ceñidos a ese precioso culo y todo saldrá bien. No lo descuides, no demuestres que les temes. Maquilla tus ojeras al mismo tiempo que tu corazón. Sé altiva, que te critiquen. Cuánto más te critiquen más te envidiarán y menos daño podrán hacerte.
-¿Y si yo no quiero ser perfecta? Quizá mañana me apetezca fugarme, o romper cristales, o gritar en un restaurante. Quizá no quiera ser yo nunca más. A veces da asco que la gente piense que eres perfecta, porque si fallas siempre creen que ellos tienen la culpa y eso te hace sentir doblemente culpable. Y en realidad, nadie es perfecto, todo el mundo lo sabe. Solo se dejan llevar...
-Precisamente, aprovéchalo. No querrás que te pase como a mi.
Acabó creyéndose su perfección, alimentando su orgullo, recubriéndose de un oro invisible y montones de capas de armadura. Nada podía funcionar en su vida porque no se conocía a sí misma. Nada ni nadie.
Nepal. Uriel. Nepal.

"Puede que no sea mala idea ir a buscarme y cuando me encuentre, buscarle a él. Sé que me ama, me ama liberada de todo lo que aparento ser. Sé que lo ha visto. No sé en qué momento lo divisó dentro de mi pero lo supo y se marchó porque se dio cuenta de que no iba a dejar que aflorara. Ya es hora de que empiece a vivir y deje de hacer como que vivo. Todos encontramos nuestro camino algún día y este es el mío. Lo sé porque lo siento. Hay gritos que no se escuchan pero rompen la barrera del sonido con su pena y él, sin que yo gritara, sin que le gritara que mi vida era un desastre me ha ayudado a empezar a cambiarla. Él tintaba mi vida momento a momento, quizá cuando le encuentre yo pueda tintar la suya."









"Disimularé este miedo al contacto con tu cuerpo, ahora mira cómo me deshielo; tú hazlo cuando tengas tiempo, yo te espero. Echo de menos tus abrazos poliédricos cubriendo los ángulos agudos de mi cuerpo. Cuando el pasado solo piensa en el recuerdo yo me imagino un futuro pluscuamperfecto. [...] Me duelen las costuras de los sueños que no tengo."
Carlos Sadness - Minuto en la lluvia.


PD: La foto es de mi propiedad. No quería firmarla para no quitarle la magia. Por favor, no la descarguéis.