jueves, 7 de abril de 2011

El dolor del silencio.


Los silencios no hablan, pero dicen de ti mucho más que la mayoría de tus palabras.

Quisiera saber qué escondes detrás de esa máscara. ¿Dolor, burla, vacío? No puedo leer en tu cara hierática... o quizás mis ojos se nieguen a ver lo que tanto temen. Lo único que sé y que he aprendido después de tanto tiempo es que no hay nada en este mundo que pueda herirme más que un silencio de los tuyos.



lunes, 14 de marzo de 2011

...

-Le arrancó el corazón y después lo pisoteó. La oía llorar. Incluso en sus sueños podía percibir sus lamentos, como si estuviese justo al otro lado de la pared, como si estuviesen cerca. Pero no le importaba. Él la veía asomarse a la ventana, subir a los andenes del tren, mirar a la carretera... y no decía nada. Sabía perfectamente cómo se sentía, podía percibir su dolor en su propia mente, la conocía como a la palma de su mano y sabía que acababa de destruir su vida, que su autoestima había quedado enterrada a kilómetros bajo tierra, pero eso no era importante. Su egocentrismo valía más que miles de lágrimas. Su orgullo prevalecía sobre cualquier muerte. Él era él, y ella... ella no era nada.

sábado, 26 de febrero de 2011

sweet agony fills my lungs..

La confusión se hace patente en mi cerebro.. llega y todo lo abrasa. Mi voz quiere gritar, quiere gritarte... pero mis labios, rebeldes, sólo besarte. La luz se va apagando, a cada segundo es más tenue.. y mi rabia más fuerte. Como un perro fiel me mantengo a tu lado, sin sacar las garras.. y mis horas se pasan ideando aquellas que están por llegar y que contigo serán. Pero luego se rompen, se evaporan como el agua caliente... Dices la palabra maldita, la de las horas de espera... todo lo pospones y mi corazón, sangrante llora la ausencia de abrazos. Soledad. Desesperación. Horror. Cansancio. Todo lo siente, todo lo llora. Mis palabras intentan alcanzarte, intentan que respondas con otras que a mí me alcancen... pero tú no respondes. Mi mente se queja de mí, me dice que está harta, que necesita concentración, que necesita dormir.. "Muérete" -le dice al corazón- pero no sabe que si él muere ella desaparece... y que ahora, el pobre, mientras ella le reprime, está agonizante, quemándose en el fuego de la incertidumbre, del no-saber, del no entender.... del "mañana" .

sábado, 8 de enero de 2011

A

El simple hecho de estar mirándote o el simple hecho de recordarte... dos sensaciones distintas, dos tiempos distintos -presente y pasado- y, sí, son distintas. Ahora recuerdo tu piel bañada por el sol, al lado del océano. Tenías el cuerpo lleno de arena, arena que te hacía brillar como si fueras una perla preciosa. Estábamos muy juntos, ahogados por el calor del sol y por el calor que sentíamos al mirarnos. Vi un tu mirada una luz tan intensa, un brillo tan etéreo que me dejó sin habla. Mis dedos recorrían tus manos debajo de la toalla, pero no querían hacer eso. Y mi boca tampoco quería estar quieta. Un escalofrío me recorrió, me hubiese abalanzado sobre ti si no hubiese habido tanta gente alrededor. El azul del mar no era nada comparado con el verde de tus ojos.
Otro día, un día cualquiera, uno de miles. Estábamos acostados sobre la cama. Dormías. Dormías y yo te miraba de reojo, simulando que leía un libro, por si acaso te despertabas y me veías ensimismada en ti. Tu piel desnuda resplandecía blanca, mientras la luz del día se asomaba por mi ventana. Hubiese dado cualquier cosa por parar el reloj en ese mismo instante.
Noche, a oscuras, en lo alto de la ciudad, divisándola por entre los árboles. Y tú, tú y yo y una cámara. Y el viento. Hacía mucho viento. Estabas realmente sublime.
Día, vestido de blanco y beige, con el flequillo tan largo como a mí me gusta. Perfecto. Una mota de perfección entre la multitud. Una sonrisa cautivadora.
Tú, desnudo, con vaqueros y camisa y unos zapatos que no van a juego. O tú, con el pelo y el cuerpo mojado, o tú, cubierto de sudor tras correr largo rato. O tú, mirándome al otro lado de la mesa de madera de aquel restaurante, sonriendo. O tú, sin afeitar, sin depilar, vestido con tu pijama a rayas azules y con el pelo deshecho. O tú, acabado de despertar. O tú, un sábado por la noche, a la luz de la luna llena. Perfecto, con cada letra, con cada sonido. Per-fec-to. Separado o junto, da lo mismo. Increíble, sensacional, maravilloso. Tú.

domingo, 12 de diciembre de 2010

04:52 am -versos confusos en la madrugada-

Está bien. Tengo la vida perfecta. No hay nada que pueda desear y no pueda tener. Absolutamente nada. Quizá no pueda tenerlo en este momento, quizá me haga falta tiempo, pero puedo. Sin embargo algo siempre me preocupa, siempre se esconden detrás de mis huesos pequeños y grandes miedos. Las pesadillas se repiten, vuelven con diferentes formas, cambian su duración... pero cada vez son más reales. Y entonces surge el temor otra vez y me da miedo perderlo todo. Todo. Todo es una palabra muy abstracta... puede abarcarlo "todo" o puede abarcar simplemente una única cosa que sea más que todas las demás para ti. Y eso es, no es nada material, nada que el dinero pueda comprar, nada que puedas modificar a tu gusto, nada a lo que añadirle detalles porque es bello como está. Y tienes miedo de perderlo porque sabes, que sí, claro, quizá podías encontrar otra cosa -¿y por qué no?- pero no sería lo mismo. Cuando algo es especial sencillamente lo es, y punto. Los momentos vividos nunca se repiten. Nunca nada es igual. Y menos si ese nada es tu todo. Las sensaciones del primer amor no pueden volver a experimentarse, sólo el primer amor te las puede causar. Algo que ha sido el centro de tu vida, algo así como el sol en tu galaxia, no se puede borrar. ¿Qué pasaría si Venus se saliera de la órbita del Sol? Quizá cayera en un agujero negro... podría también encontrar una estrella pero no tendría fuerza para entrar en su órbita, imposible. Y si le preguntaran, tampoco querría. Seguro que gritaría: ¡Quiero a mi estrella!
Lo cierto es, que una vez experimentado el terror de perder aquella única cosa por la que darías todas las demás, el miedo ya no se aleja de ti, ni si quiera aunque esa cosa regrese. Es extraño. Por entre los huecos de el cerebro se te va encajando ese profundo sentimiento de inseguridad, de cuidar cada paso, de quererlo más. Necesitas de su voz, de su aliento como del aire para respirar. Es VIDA. No es fácil describirlo. Abusas. Abusas del tiempo que compartes con esa maravilla y quisieras que nunca acabara, exprimes cada momento porque sabes que puede ser el último, miras sus ojos y caes en ese profundo pozo indescriptible... Primero verde, luego marrón. Es como estar mirando un prado, es como tumbarse en un prado a mirar las estrellas. Pura poesía.
Así que eso es lo que eres, poesía. Es mi palabra favorita ¿sabes? No sé por qué, se me llena la boca si la susurro. Suena a melodía, a amor, a un concentrado de sensaciones, a el verbo "transmitir", y todo junto, en la misma palabra. Suena a ti, a todo lo que te hace diferente, a tu sonrisa. Suena a los sueños que tengo cuando dejo atrás las pesadillas, suena a los momentos en que haces de mi vida un sueño. Suena a lágrima, a una lágrima sola y pura, pero de felicidad. Y a muchas otras, ardientes y saladas llenas de dolor... también a carcajadas de esas que salen de repente o después de alguna broma absurda. Me encanta. Sería bonito poder recitar poesía en medio de una de esas de mis pesadillas... qué digo recitar, mejor, cogerte de la mano y llamarte y que con solo eso borrases todas las brumas y la pesadilla se convirtiera en sueño.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Alzheimer.


Había algo en sus miradas...
Sus ojos decían que me conocían, y susurraron mi nombre, pero al ver que yo no sabía quiénes eran una lágrima descendió por la cara de una, mientras que la otra bajó la mirada. La tensión podía cortarse con un cuchillo. Al principio creí que querían robarme, así que grité y grité... hasta que una de ellas dijo "mamá" . Es una palabra extraña esa, me recuerda a algo, a un lazo familiar, me recuerda a "madre", me acuerdo de mi madre. Era bella, trabajadora, sencilla. Me hubiese gustado ser madre. Quizá lo he sido. Estoy confusa. Sólo puedo recordar la guerra, el hambre... y una sonrisa, aunque no sé a quién pertenece.
-Amor, te he traído esto.
-¡Rosas! Mi madre cultivaba rosas... y mi hermano las arrancaba de raíz.
-Jajaja, ójala hubiese conocido a tu hermano.
-Ellos lo mataron...
¿De quién es esa boca? Creo haberla besado alguna vez, una parte de mí me dice que un millón de veces... pero ahora no lo recuerdo. No recuerdo si, quizás, fue el amor de mi vida. Ahora todo está negro, oscuro... no reconozco nada entre la profundidad de mis recuerdos...
Siento que se han hundido en un mar que tengo aquí adentro, en un agujero.
Y no puedo rescatarlos. ¿Y esas chicas? ¿Quiénes eran? Parecían tener algo que decirme, me ayudaron a vestirme, me dieron de comer... ¿pero por qué? Sentí que estaban tristes. Sentí que eran algo importante, como un pequeño detalle, un matiz que te se olvida de repente... una opción de la que no te acuerdas al hacer una elección y que, sin embargo, te hubiese cambiado la vida. Qué extraño es todo, qué extraña es esta casa... no la recuerdo. No recuerdo haber pintado las paredes de este verde tan feo, ni esos muebles tan antiguos, tampoco sé de quién son esas caras que sonríen en las fotografías. Parecen felices, aunque también lejanos. Hay discos sobre el aparador, ¿los habré bailado alguna vez? ¿con alguien? ... ¿habré hecho el amor sobre estos sofás? ¿habrá algo en esta casa que sea mío, algo por lo que haya trabajado?
Ahora aquí, el espejo me devuelve una imagen que no reconozco, ¿soy yo? No puedo tener tantas arrugas, ¿y esa cicatriz? ¿y qué le pasa a mi dedo meñique? No puedo moverlo. Es desesperante.
Oh, ¡se vuelve a abrir la puerta! Es mi nieta, viene sola. Tiene el alma desgarrada, se lo noto. Se parece a... ¿a mí? el pelo largo, los ojos claros, la tristeza en su mirada. Me abraza, qué dulce es. Me gustaría decirle que la quiero, me está llenando de besos, ¿pero cómo se dice "te quiero"? Ya ni si quiera recuerdo eso...



Juliet, hace años que te fuiste -aquel 20 de Diciembre-, hace años que esa enfermedad destruyó tu vida... ¿qué es de una vida si no puedes recordarla? Nada. Sin embargo, aunque a ti te se olvidara yo todavía recuerdo todo lo que me contaste, todos los juegos, todas tus sonrisas, todos y cada uno de los diciembres en los que todavía estabas, tus defectos, tus virtudes y esa luz en tu mirada que se fue apagando poco a poco.
No eres fácil de olvidar, Juliet, te prometo que yo nunca lo haré, iaia.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Lamento susurrado.



Y si pudiera encontrarte, si pudiese tocar tu piel marmórea justo ahora...

Y si pudiese rozar, levemente, mis pestañas en tus labios...
Si esta noche fuese como otras noches... caliente, salvaje, relámpago... Pero no puedo verte más allá de en mis pensamientos, no esta noche. No hoy.
Mis manos te buscan con ansia pero el deseo se me escurre entre los dedos y el alma, escondida en un rincón, no quiere salir. Las palabras no quieren salir, porque quieren que estés aquí para poder susurrarlas en tu oído. Pero te encuentras lejos... quizá a tan sólo 4 kilómetros, o menos... pero te siento en la luna...
Mi corazón se debate entre salir a buscarte o quedarse quieto, pero sabe que no hay que ser imprudente y que a ti vale la pena esperarte. Siempre vale la pena. Todo. Las lágrimas, el dolor, las palabras frías, los sentimientos rotos, las esperanzas diluidas. Todo vale, porque en cuanto mis ojos vuelven a cruzarse con los tuyos todo sigue adelante... me sigue creciendo el corazón porque ya no cabes, y sigo sintiéndote más a ti que a mí misma, y sigo pensando que eres la cosa más bella que existe en este mundo, y en todos los demás. Tan, tan, tan bella que me dan ganas de llorar, de gritar.

viernes, 12 de noviembre de 2010

La muñeca de cristal.


Transparente, pura, frágil.
Eso era. Con un leve roce demasiado brusco la rompías, o más bien,le partías un trocito. Era algo así como partirle un ala a un ave. La dejabas sin una parte de su encanto, que, quebrado, brillaba un poco menos cuando la luz la atravesaba. Poco a poco hubo más trocitos de cristal sobre la mesa, caídos, vacíos, que en la propia muñeca. Ahora era fea, extraña. Tenía una mirada cruel, y su cara ya no estaba perfilada. La luz no la hacía más bella, la afeaba. Finalmente se rompió por completo, en una explosión de cristalitos pequeñitos con una fuerza enorme. Y tal y como se rompió volvió a crecer, todavía más brillante que antes.
En su nueva vida, la muñequita miró hacia todos aquellos que con sus golpes la habían roto y sonrió. Qué ingenuos. De repente llegaron nuevos golpes, pero esta vez la muñeca no se rompía. Los golpes eran demasiado vulgares y ahora ella era un diamante, reservado para las mejores mentes, para las mejores miradas, para que el mundo la viese brillar.
Fuerte, reluciente, luminosa.


lunes, 25 de octubre de 2010

Aire.


-Lo que quiero es mirarte de cerca, maldita sea. Tocarte y sentirte sin más. Sin pensar. Que si luego te vas o te quedas es luego, y no ahora. Y que te quiero, desde siempre y para siempre, después de todo y después de nada. Aire. Necesito respirar tu aire. Quizás humo, porque quemas, quemas al tocarme, pero no importa, no importa nada. Todo dejó de importar cuando me miraste. Sé perfectamente que hay consecuencias, más no importan mientras te quedes esta noche, mañana, pasado y siempre y cuando tú también lo sientas. Y ¿sabes qué? Creo que si me hiciese una radiografía lo único que verían sería un corazón enorme, con miles de mariposas volando alrededor; puede que ningún órgano me funcione, pero ¿él?... Él sigue y sigue latiendo, bombeándote en cada latido, haciéndote más grande. Haciendo que crezcas en mi interior como una flor que se riega a diario, como un proceso lento pero productivo... Alguna vez he intentado arrancarte de raíz pero eso significaría que mi corazón dejase de latir, y casi que prefiero que lata, aunque un día me muera de una taquicardia.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Time goes by...

-Verás, querida... yo sabía que se iría. Sabía que una mañana me levantaría y se habría marchado, que no dejaría nada, ni si quiera su olor, ni su corazón, ni sus sueños, aquí conmigo. Me dejaría sola, vacía, rota y desamparada, sin saber qué hacer ni a dónde ir. Sabía que podía volver, de repente, una noche, sin palabras. Que no daría explicaciones, que sólo querría remojarme su recuerdo y exprimirme un poco más el alma. Sabía que volvería a irse, dejándome tirada otra vez, como un trapo sucio, como si fuese una de esas cámaras de usar y tirar. Hacen buenas fotos y cuando las necesitas te alegras de llevar una encima, pero una vez usadas ya molestan, y hay que tirarlas.
-¿Entonces, por qué no lo evitaste? ¿O por qué cuando volvió no le rechazaste?
-Porque también sabía que llegaría el día en que se pararía a pensar, en que su cabeza se detendría de repente y echara de menos. Sabía que echaría de menos mi poesía, mis arranques, mis ganas de hacer cosas planificadas de antemano y de dar sorpresas que se me acaben de ocurrir, mis palabras dulces en el oído y mis frías manos acoplándose a mi cálida voz. Sabía que lo echaría tanto de menos y tan de repente, que regresaría, esta vez con la intención de quedarse, con la intención de pedir perdón e intentar resucitar ese amor. Lo que él no sabía, y de lo que yo tampoco estaba segura, es de que ese día podía ser ya, demasiado tarde.